jueves, 28 de junio de 2007

La socialización



Me voy a dar la libertad de publicar un trabajo de unas compañeras de Universidad es una trabajo que habla de la Socialización y la influencia de la Televisión, me pareció muy interesante y además muy bueno espero les guste y espero que las compañeras no se enojen porque ni nos conocemos... esto es ser patuo... perdón. Las comapeñaras son Mercy Iriarte, Patricia Reichel C. Carolina Rojas. de la Universidad Central de Chile alumnas de 5º y 6º año.




Introducción
El mundo moderno está sufriendo un proceso acelerado y continuo de profundas transformaciones en todos los ámbitos. La rapidez en las comunicaciones, el avance tecnológico han facilitado los intercambios no tan sólo en el orden económico y comercial, sino también político, jurídico, cultural e internacional. Ahora se admite que la globalización -como proceso que ha marcado las relaciones económicas de fines del siglo pasado- prosigue su inexorable paso y se extiende más allá del ámbito económico-comercial. Siendo esto así, ella invade ámbitos de “intimidad” no solamente de los Estados-Naciones, sino también de las personas que los componen. La homogeneidad y la uniformidad parecen prevalecer más allá de la necesidad de identificarse como Nación y como persona. Indudablemente que ello ha permeado a los sistemas y a los gobiernos que los administran y éstos a su vez, ejercen una fuerte influencia en los factores de socialización más insustituibles y relevantes, como son la familia, la educación y los medios de comunicación. La persona se está alejando no sólo de su sentido de identidad y pertenencia, sino también de la trascendencia. En un mundo en donde el orden material y el concepto de masa uniforme y de individuo aislado, sin capacidad de donación de si mismo parecieran imponerse, es imperativo rescatar una auténtica socialización, en donde el joven ejerza su libertad y sea un sujeto activo. Este debe ser un proceso creativo que trascienda el nivel individual para contribuir al Bien Común de la sociedad.
Berger y Luckman (1993) plantean que la socialización puede definirse como la inducción amplia y coherente de un individuo en el mundo objetivo de una sociedad o sector de él. Estos autores consideran dos tipos de socialización: la primaria es la primera por la cual el individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad y es dada principalmente por la familia y reforzada por la escuela. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo, ya socializado, a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad. Por lo tanto puede considerarse que el objetivo de este proceso es que el individuo sea capaz de adquirir roles y actitudes de los otros significantes, del o los grupos en los cuales se desenvuelve y desarrolla, con el fin de integrarse a la sociedad.
Existe por lo tanto, una jerarquía en lo que se refiere a los factores de socialización, en donde la familia debiera ocupar un primerísimo lugar. De los diversos factores que socializan a la persona, nos referiremos solamente a dos, que consideramos imperiosos de reforzar positivamente: la familia y dentro de los medios de comunicación, la televisión.
Los individuos no maduran solamente con el pasar de los años, sino que necesitan la ayuda de los demás y reciben influencias directas e indirectas de diversos factores de socialización. En la infancia es la familia su primer contacto con el mundo, en un proceso de aprendizaje de hábitos, valores, tradiciones. La familia acompaña una parte fundamental del desarrollo de cada uno, especialmente en el momento de la formación de la identidad personal. Así, la familia debe servir de matriz y de modelo para desarrollar posteriormente asociaciones intermedias en la sociedad.
Por otro lado, tenemos a los medios de comunicación, dentro de los cuales actualmente la televisión es un importante agente socializador debido a la variedad de información que entrega y la cantidad de tiempo que las personas dedican a ésta. A través de la televisión se pueden acceder a nuevos aprendizajes y conocer el mundo sin mayor esfuerzo, debido a que ésta es un medio de comunicación explícito, que no exige mayor nivel de cogniciones, lo que la hace muy atractiva para la población en general, sobretodo para los niños y los jóvenes que al estar en proceso de maduración adquieren diversos conocimientos y pautas para su socialización. Pero dichos modelos no siempre están adecuadamente orientados.
Es por esto último que la familia debiera llevar un liderazgo en la tarea de influir en el resto de los factores socializadores, en forma permanente y comprometida, primordialmente porque existe entre todos los elementos de socialización, un proceso de interacción que va configurando el proceso de aprendizaje en todos los niveles. Ellos están insertos en un complejo contexto, entorno o sistema que da la pauta, el clima, el ambiente que favorece la mayor o menor influencia de cada uno de los factores señalados. De esta forma. se puede crear una “opinión dominante”, fomentada y estimulada desde arriba por los gobernantes y reforzada por algunos Medios de Comunicación. Estos pueden incluso llegar a conformar un determinado clima de opinión, en abierta confrontación a veces con pautas valóricas familiares y educacionales.
Los cambios en la estructura de la familia han repercutido en su papel socializador

La familia es el ámbito fundamental para aprender las normas morales y las pautas de conducta que rigen la convivencia social. En la medida en que crecen las dificultades de crear vínculos sociales y referentes colectivos, las personas se retrotraen a la familia. A diferencia de épocas anteriores, la importancia de la familia ya no radicaría en su papel social. Por el contrario, parece derivar de una contraposición a la sociedad (Lechner, 2004).
El último Censo en Chile da cuenta de los fuertes cambios en la estructura de la familia: hay menos hijos por cada mujer (1,2% anual es la tasa de crecimiento demográfico, la menor de América Latina, acercándose peligrosamente a las tasas de países desarrollados). El número de hijos es de 2,26 por mujer, cifra que aumenta en las áreas rurales a 2,9%. Esto significa que Chile está entrando en el siglo XXI con una población estable que se mantiene en sólo poco más de 15 millones, lo que en sí constituye una vulnerabilidad geopolítica, a la vez que revela un cambio de valores, mentalidad y de condiciones de vida.
Actualmente la familia chilena es más pequeña, con un acceso de la mujer al mundo laboral e incluso a sostener sola el hogar. Crecen los “solitarios”, o sea, hogares habitados por una sola persona en un 11,4%. La población envejece. La familia ya no es extendida sino nuclear.
Sumado a esto, se flexibilizan los lazos entre padres e hijos. Es notorio, por ejemplo la dificultad de los padres para decir “no” y poner límites a los jóvenes. Habría un debilitamiento de la autoridad paterna como consecuencia de la “privatización” de la familia y su desacople de lo social. Los padres esperan en vano que la sociedad ratifique la figura histórica de los padres como representantes de la ley y la autoridad. A la inversa, la sociedad ya no puede apoyarse, solamente en la función de los padres para lograr que sean interiorizados los valores y las normas que regulan la convivencia. Ambos fenómenos indican una desinstitucionalización de la familia que deja de remitir a lo social para referirse sólo a sí misma. De ser así los hijos tendrían más dificultades para aprender los límites y mediante ese aprendizaje hacerse adultos.
Este debilitamiento de los límites impuesto por los padres, lleva a los jóvenes a adquirir conductas de mayor libertad e incluso a no identificarse o excluirse de la sociedad. Les cuesta determinar hasta donde llegar sin pasar a llevar a los otros. Además influye en una identidad mucho más individualista e indiferente (“no estar ni ahí”) en donde el fin pareciera ser su propio bienestar (INJ, 1997), por el contrario, también se encuentran jóvenes que al tener una mayor cercanía con sus padres se enriquecen de esto, convirtiéndose en individuos más tolerantes, más informados, con metas de futuro más claras, solidarios, entre otros valores.
La estructura actual de la familia chilena ha condicionado un cambio en su rol socializador, disminuyendo su influencia, particularmente en la formación de valores, en la cual la familia debiera ser insustituible. En cambio, ahora ella está siendo reemplazada en muchos casos, por otros elementos de socialización (grupos, medios de comunicación e incluso la escuela).
La televisión, la “gran socializadora moderna”

Uno de los inventos mas preciados de esta Era son los medios de comunicación de masas (radio, televisión, teléfonos, periódicos, cine, internet), los cuales se hacen indispensables al momento de transmitir información, propagar ideas, cambiar pautas de comportamiento y del psiquismo humano. Estos no sólo se caracterizan por que son capaces de influir en un individuo, sino también por que son capaces de llegar a una colectividad a través de uno de sus principales recursos, la persuasión.
La influencia de los medios de comunicación varía según el sexo, las edades, el nivel socioeconómico, el grado de influencia de los grupos, el grado de libertad que ellos tengan o el manejo del cual puedan ser objeto por parte de las autoridades; de la fuerza y calidad de la educación, del grado de exposición de las audiencias y su actitud (pasiva o activa), el tipo de medio y sus características, entre otras variables. La tarea socializadora no puede ser directa, como no la es ninguno de los factores socializadores, debido a la complejidad del mundo actual.
El medio de comunicación que posee el más alto índice de influencia es la televisión. Esto, no solo se debe a su capacidad inherente de persuadir al espectador, sino también, por que es capaz de poner el mundo al alcance de la mano., permitiendo así que conozcamos no solo lo que existe en otros países sino también, hacer semejantes realidades muy distintas. Sumado a esto para su comprensión no es necesario siquiera saber leer, en este sentido la televisión precede al alfabetismo y cada vez más ocupa su lugar. Ningún otro medio de comunicación es capaz de provocar el impacto psicológico que ésta produce, el cual se logra, gracias a que es capaz de presentar imágenes visuales (en acción) junto con mensajes auditivos (Schram, 1980).
La encuesta Nacional del Consejo Nacional de TV del 2002 señala que en base a una muestra total de 2.564 entrevistados, un 79,4% consume TV abierta (esta cifra sube a un 72,9% en los niños al 2002). El consumo diario de TV abierta ha aumentado desde 1996 desde un 83,5% a un 84,1% en 1999 en tanto la TV pagada, que es más segmentada, ha disminuido en el mismo período desde un 73,1% a un 65%. En promedio, la gente consumía en 2002 un promedio de 2 horas 13 minutos de TV abierta. Según esta encuesta, la TV abierta sería un medio que está siendo altamente valorado por las audiencias masivas. Sin embargo, al abordar aspectos más valorativos (contenidos inadecuados), la misma encuesta muestra los siguientes resultados: un 51,1% señala que ella trasmite vocabulario grosero, muchos garabatos; un 34,1% escenas de sexo, de desnudos, un 33,0% violencia; un 30,4% estima que su contenido no aporta nada, ignorancia.
La influencia negativa de la televisión puede transformarse en positiva, en la medida que otros agentes de socialización (familia y educación), actúen en un proceso de enseñanza crítica desde la temprana edad. El televidente que no se plantea críticamente frente a los contenidos de la TV y que no actúa frente a ello, se convierte en un hombre masa, en “el proletariado intelectual” del siglo XXI. Se empobrece no solamente en conocimientos sino que como persona, en su dimensión valórica trascendente, que es la que le otorga precisamente la condición de persona y no la de un mero individuo aislado o la de una masa, que piensa y actúa uniformemente. La televisión puede de una forma u otra, a veces inducir, reforzar los cambios valóricos que se producen en una sociedad, puede desmembrarla, quitarle cohesión, en concordancia con las señales que recibe del marco o sistema externo (por imitación) y/o del interno (por efecto del clima de opinión dominante que es conducido desde el sistema).
Por otro lado, la televisión interviene de manera crucial en los estilos de vida, las visiones de mundo y la imagen de país que se forman los jóvenes. Condiciona no solo las maneras de verbalizar y vivenciar su vida, sino también las maneras de concebirse a sí mismos y sus proyectos de vida. La juventud suele aprender a través de la televisión tanto las herramientas de la modernización como la retórica de los sentimientos. Ese mundo altamente globalizado, acelerado y fragmentado que desconcierta y descoloca a los adultos, es el mundo normal y natural de los jóvenes.
Conclusión

En conclusión, pareciera que el contexto externo (proceso de globalización), así como el interno (políticas del sistema) son los que están en la actualidad influyendo y dando la pauta de patrones de socialización en Chile. El elemento externo (imitación de otras culturas), ha sido históricamente fuerte en nuestro país, pero en la actualidad, los valores que éste transmite, esto es, competencia sin límites, individualización, falta de sentido de comunidad e identidad, unido a un liberalismo que además es promovido y reforzado por el sistema interno, hace que el proceso de socialización se aleje paulatinamente de la pertenencia a la civilización cristiano-occidental, adentrándose en un modelo “universal”, en donde se van perdiendo dichos valores y la identidad personal.
En una sociedad, las pautas valóricas y en definitiva, el clima de opinión que se forme o estimule a partir de éste, pueden ejercer influencia sobre la persona en mayor o menor medida. Por ello, resulta fundamental que el joven haga uso de su libertad, actuando como un agente activo en el proceso de socialización. La acción del medio social, del sistema político e incluso económico sobre algunos factores de socialización - como por ejemplo, la familia, la educación, la televisión - pueden ser bastante relevante, porque le otorgará el marco, los parámetros, las condiciones en las que ellos se podrán desenvolver y por lo tanto, su grado de influencia e implicancia en la vida social .
El echo que hoy en día los jóvenes sean más competitivos, individualistas y no tengan claros los límites influye no sólo en su formación como personas, sino también en su proyecto de vida futuro y en como será la sociedad el día de mañana.
En relación a la televisión, esta debe cumplir con su labor informadora, pero también formadora, porque ella, al igual que el resto de la sociedad, forma parte del proceso de socialización. Como instrumento, debe estar al servicio del proceso de aprendizaje para ser personas y para mejorar la sociedad. La entretención puede ser transmisora de valores en los que se refuerce la familia, el buen uso del lenguaje, refleje formas culturales propias, eleven la dignidad del hombre, promuevan y dignifiquen el esfuerzo, la perseverancia incluso frente a la adversidad, valoricen lo trascendente, la justicia y la verdad. La televisión puede ser una fuerza para un gran bien o para un gran mal. Es necesario buscar una nueva sensibilidad y nuevos caminos de comunicación construyendo una conciencia crítica ante este poderoso medio de comunicación. Por último no se debe olvidar que los jóvenes son individuos en proceso de cambios y búsqueda de su identidad y sus valores personales. En esta etapa se finalizan los estudios medios, se inician los superiores (generalmente) y se ingresa al mundo laboral por lo cual hay una clara implicancia con las decisiones vocacionales, las que tienen una relación directa con el entorno familiar y social. Es por esto que para que el joven logre desarrollarse plenamente debemos considerar que una auténtica socialización es tarea de todos, aunque la familia y la televisión, entre otros factores, desempeñan un papel relevante en la sociedad actual

No hay comentarios: